Pedro Nieto Carrasco
La idea me vino observando una chinche acuática que nadaba de espaldas en la pileta de decantación de un aljibe abandonado. Tardé un rato en darme cuenta de que detrás del insecto, se veía nítidamente el fondo y otro rato más en deducir que el agua estaba completamente cristalina. Allí, entre albardines, moría un hilo de agua que no criaba exceso de algas ni tampoco larvas de mosquito. Era mi ideal de agua !!. Lo que llevaba tiempo intentando conseguir sin demasiado éxito en el estanque de mi casa. Nadie instaló allí un filtro biológico ni una costosa lámpara de luz ultravioleta. Tampoco bomba de recirculación. No había plantas acuáticas ni aportes milagrosos de bacterias nitrificantes. La naturaleza no precisa de tanto invento para aclarar el agua, solo un poco de tiempo, algo de lo que nosotros casi nunca disponemos.
Vacié la botella de agua mineral que llevaba y la llené hasta arriba de equilibrio biológico. Litro y medio a rebosar de copépodos, ostrácodos, pulgas de agua, briozoos, nematodos y protozoos que una hora más tarde ya nadaban y se reproducían libremente en mi estanque. Un cóctel que no debe tener mal sabor porque a mis gatos les encanta. De esto hace ya algunos años y son muchos los días que tomo café observando la colonia estable de libélulas de Graells (Icheura graelsii) que han convertido el pequeño estanque en su casa. Como no tengo jefe, reconozco que a veces se me va el tiempo.
